domingo, 1 de enero de 2012

Gracias, 2011.


Sería un error decir que el 2011 ha sido un mal año. Más que nada porque ha acabado de la mejor forma posible.
He estado a punto de no atreverme a escribir todo esto por miedo a que doliera demasiado o a que me sangraran todas las cicatrices, pero mirando fotos y sonrisas me he dado cuenta que, pese a no haber avanzado demasiado, he aprendido mucho. Y eso es lo que cuenta, ¿no?
2011 empezó con 'CASA' y familia, y Enero fue aceptar que tu y yo nunca estuvimos en la misma posición. Y pedirte que me trajeras unos calcetines y mojarnos hasta temblar de frío. Empecé Febrero agobiada y con exámenes a la vista y después cenando crêpes, en el país de las hadas, con los labios morados y rodeada de nieve que acababa de caer. 
Falté al cumpleaños de mi padre, por primera vez, y sé que a ambos nos faltó la sonrisa.
Nevó mientras volvíamos a casa. Comimos galletas que eran sonrisas y no fuimos al gimnasio porque nos habíamos reído tanto que nos dolían los abdominales. Este 2011 aprendí a mezclar el sudor y el alma, regalé un viaje a las siete de la mañana, elegí muffins de chocolate, contigo. Descubrí que ser el perro verde no es tan malo y que ser un héroe acarrea tanto dolor que llega a vaciarte las entrañas. Me enamoré de Kutxi en tercera fila y tuve el corazón tan rojo que reventó.
2011 es sonreír, sonreír mucho, romper barreras y descubrir que la perfección sí existe. Es soñar por vigésimoctava vez junto a Amelié y enamorarme aún más de las letras de Ruiz Zafón y Cortázar. 2011 es compartir, compartirme, un viaje a París y creer que eres la protagonista de una película que nunca llegará a estrenarse. 2011 es Signo de admiración cada domingo, decir que nunca saldría de este laberinto si no es contigo. Que me mandes un poema de Benedetti para pedirme que no me rinda, y que yo te prometa que nunca habrá ningún minotauro. Descubrir 'Nunca jamás' en septiembre y aprender que la valentía se saca cuando tienes cosas que perder. 2011 es la Música latiéndome en la piel, por fin, estar convencida que lo que más quiero en el mundo es el título de una canción.
2011 es aprender que la esperanza le pertenece a la vida, que es la vida misma defendiéndose, es compartir sueños y también es perderte y quitarme la lastra que llevaba sin yo saberlo todos estos años de mi vida.
Es un otoño raro, pese a su luz, y muchas lágrimas que nadie quiso ver. Son las palabras de Hannah tatuadas en mi piel y tener que aprender a nadar para no ahogarme.
Encontrar a tu otro Yo, y saber que el verbo querer es a tu lado.
2011 son muchas canciones, algún recital de poesía, ver un musical por primera vez, perder algunos miedos, desnudarme el alma, querer y poder, monólogos cada lunes y carcajadas cada día. Aprender que las sonrisas que sacas a la gente son vidas que te llevas y que regalas, e intentar hacerlo todos los días. Que la risa es el mejor analgésico, y reírme por lo tanto, más alto para que tú puedas curarte.
Y todo esto no puede ser malo, aunque la realidad a veces duela y muerda y pellizque.
2011 es δύναμη y creérmelo más, y más y más.

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