lunes, 31 de diciembre de 2012

Hasta siempre, mi 2O12.


El 31 de diciembre de 2011 empezaba diciendo: “Sería un error decir que el 2011 ha sido un mal año. Más que nada porque ha acabado de la mejor forma posible.”

2012 era EL año. Yo lo sabía, tenía esa sensación desde que en la Correría sonó la última campanada de mano de San Miguel con mi padre al lado.
Había que cambiar. Tenía que cambiar de perspectiva, de ángulo, que no de Angulo, eso jamás.
Demasiadas puertas abiertas me dejaba el año acabado en once y en mi mano estaba cerrarlas, abrirlas del todo de nuevo o dejarlas entreabiertas para que de vez en cuando entrase un aire frío para congelarme las entrañas.
“Ya basta”, me dije el día dos de Enero después de vaciado todo el alcohol que tenía mi sangre. Basta de menosprecios a mi propia persona, basta de “no quererme”, basta de luchar más por los demás, basta de repetirme “quiero y no puedo”, porque querer es poder, y las cosas son difíciles cuando no nos atrevemos. Y conmigo no puede nadie.
Así que cogí mi sonrisa y fui enseñándosela al mundo, y a quien no le gustase, se podía dar la vuelta, porque nadie me iba a parar.
No ha habido heridas este año, por supuesto que hay cicatrices que siguen, muy marcadas, en mi piel, pero al cambiar mi perspectiva, me digo que son parte de los parches que han ido componiéndome durante estos 20 años de vida.

2012 ha sido un aprendizaje constante. Recibir amor por todos los costados de mi cuerpo, y quizá, dar menos de lo que debería. Pero tiempo al tiempo, un corazón-coraza no se puede desnudar a la primera de cambio.
Siempre, elegir muffins de chocolate contigo, que la vida es mejor así.
Cantar en directo las canciones que llenan mi vida de mano de personas que llegaron, se quedaron y siguen caminando conmigo sujetándome con las manos que tienen que inventarse.
En definitiva ha sido eso. Música, amistad, apoyo, esfuerzo, constancia y sonrisas.
Demostrar cada día los pequeños detalles, que me hacen feliz, a los demás. Contagiarme de su magia y abrazar con el corazón.

Recordar que no existen minotauros, porque tú sigues conmigo, y eso es lo único real de mi vida.
Sigo en mis trece de que lo único que quiero en el mundo es el título de una canción, y esperar a que la escribas conmigo.

Continuar con la idea de que eres mi otro yo, que si puedo es porque quiero a tu lado, y que hay amistades más bonitas que un amor. Tu nombre lo escribiste hace tiempo con tinta indeleble en todos mis rincones, y por mucho que tus manos estén frías, las mías siempre están calientes, y así, tú puedes prestarme el calor que guardas en ese órgano tan rojo y tan grande que tienes dentro.

Sigo pensando que  las sonrisas que sacas a la gente son vidas que te llevas y que regalas, y lo sigo intentando cada día. Que la risa es el mejor analgésico, y seguir riéndome tan alto para que tú puedas seguir curándote.
Y como siempre me dice mi madre, esto no puede ser malo, aunque la realidad a veces duela y muerda y pellizque.

Este 31 de diciembre de 2012 lo termino diciendo que, le pese a quien le pese, soy feliz. Y esto sigue. Y yo, por supuesto, sigo.



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