jueves, 26 de noviembre de 2009

Acaríciame otra vez.

Los tomates en la frutería parecen sonreír, y yo me pregunto: ¿estarán ya maduros?
Las moras en las calles escriben graffitis restregándose contra las paredes, y a nadie le importa que se dejen la piel en ello.
Junto a la ventana miles de moscas juegan a las cartas esperando a que alguna vez sean sus sueños los que se cumplen. Las calabazas en un paso de peatones mueren ignoradas por los automóviles ciegos y locos que corren hacia ningún lado.
Inténtalo otra vez, me gritan las monedas al tiempo que se acicalan frente a los espejos rotos. Se acaba la cuidad pero los mecheros aún se encargan de mantener vivas facturas que emiten las esperanzas. ¡No nos queda suerte! Gritan a los oídos de los viandantes las nubes borrachas y huérfanas. Mientras tanto, yo sólo trato de mantenerme unido a tus dedos. Acaríciame otra vez.

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