viernes, 4 de septiembre de 2009

Ho voglia di te.

[…] Y se ríe. Y yo sólo percibo su perfume: Caronne. Y la miro. Al menos en eso no ha cambiado. Y querría decirle: ‘¿Y quien ha ocupado mi sitio?’ Mi sitio. Ya. ‘¿Por qué pensabas que tenías uno?’, podría contestarme. Entonces me quedo callado, me quedo en silencio. La miro mientras continúa con ese extraño baile de presentaciones. Ella, hábil cortesana, dama impecable de ésa, su alta sociedad, de su corte dorada. Y baila, y se ríe y echa hacia atrás la cabeza y cascadas de pelo y perfume y de nuevo su risa. Y otra vez… otra vez tú. Pero no teníamos que volver a vernos… Y siento todo mi dolor. Lo que no sé, lo que no he vivido, lo que ahora me falta. Para siempre. ¿Cuántos brazos te han estrechado para convertirte en lo que eres? Cuánta razón tienes. Qué cierto es. Qué importa. Al fin y al cabo, ella no me lo dirá, por desgracia. Por eso me quedo en silencio. Y la miro. Pero no la encuentro. Entonces voy a buscar esa película en blanco y negro que ha durado dos años. Toda una vida. Esas noches pasadas en el sofá. Lejos. Sin conseguir darme una explicación. Arañándome las mejillas, pidiendo ayuda a las estrellas. Fuera, en el balcón, fumando un cigarrillo. Siguiendo después ese humo hacia el cielo, arriba, más arriba, más aún…
Allí, donde precisamente habíamos estado nosotros. Justamente a tres, a tres metros sobre el cielo. Cuántas veces he nadado en ese mar nocturno, me he perdido en ese cielo azul, llevado por los efluvios del alcohol, por la esperanza de encontrarla otra vez. Arriba y abajo, sin tregua. Por Hydra, Perseo, Andrómeda… Y abajo, hasta llegar a Casiopea. La primera estrella a la derecha y después, todo recto, hasta la mañana. Y otras muchas. Y a todas les preguntaba: ‘¿La habéis visto? Por favor… He perdido mi estrella. Mi isla, que no existe. ¿Dónde estará ahora? ¿Qué estará haciendo? ¿Con quién?’ Y a mi alrededor, ese silencio de esas estrellas entrometidas. El ruido molesto de mis lágrimas agotadas. Y yo, estúpido buscando y esperando encontrar una respuesta. Dadme un porqué, un simple porqué, cualquier porqué. Pero que idiota. Ya se sabe. Cuando un amor se acaba se puede encontrar de todo, excepto un porqué.

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